Todo lo conocido y reconfortante anida
junto a una bengala quemada.
Salieron cazadores
en busca de pecadores y justos,
de ganado sin marcar,
bajo el duro frío de la aversión,
de esa tormenta de consignas
que nunca acaba.
Los diferentes éramos la presa:
espalda contra espalda,
nos zafábamos
-la mayoría de las veces-
sin dejar a nadie atrás,
sin dejar a nadie
atrás.
Les confundía nuestro coraje,
demasiado intoxicados por su odio y fentanilo
para mantenerse en pie.
Odín mismo se ríe de todos mis tatuajes
y de mis uñas pintadas de negro.
Arranca esa moto y llévame lejos,
si lejos existe.
Compartiremos miel de abejas
y páginas medio quemadas de Lem y Octavia,
avisaremos si hay ropa limpia y calefacción.
Vibra el ala de un pájaro sediento e invisible:
ha elegido mi mano para pasar la noche,
ha elegido mi mano
para pasar la noche.
Poemas del Ultimo Mundo