“If you knew what hands have been laid on my arm, in the night, along
the Bordeaux streets, or what eyes play upon me in the restaurant where I daily
eat (…)”
Carta de Wilfred Owen a su madre.
Carta de Wilfred Owen a su madre.
Joven, hace cien años.
Un duro
bigote perfilando
la boca
sonriente,
los
labios.
Aquellas
noches en la ciudad francesa –Burdeos-
y los
poemas.
“Si
supieses qué manos se han posado en mi brazo”,
escribías
a la madre.
Tú,
intentando entrar
por las
puertas de la poesía.
El
Salón Dorado de la calle
de la
Media Luna.
Todos a
tus pies
el
tiempo preciso
para
sentirte entre los iguales.
Y la
guerra.
Extraño
pasaje desde la juventud a la nada.
Y poco
a poco, el final se acercaba
inexorablemente.
Imagen cabecera: Puerta de Dijeaux, Burdeos. Fotografía de Silvia Sánchez.
Wilfred Owen vivió cerca de esta Puerta, uno de los muchos alojamientos que tuvo en Burdeos.
Decepcionado por su experiencia como ayudante de vicario, profesor de inglés explotado en Burdeos... Wilfred se alistó tarde, más por presión social que por convencimiento.
Llegó a Francia el 1 de enero de 1917, y su itinerario fue clásico: derrumbes, bombardeos, shellshock...
El frente le puso en contacto con poetas como Graves o Sassoon, que le facilitó cartas de presentación para Robert Ross y el círculo influyente que podían ayudarle a difundir su poesía, como así fue.
Falleció intentando atravesar un canal una semana antes de la fecha oficial del final de la guerra.
En el Prefacio a su primer poemario, que no llegó a ver publicado, escribió:
"Este libro no trata de héroes (...) de hazañas, territorios ni nada que tenga que ver con la gloria, el honor, el poder, la majestad, el dominio o la fuerza (...) Mi tema es la guerra y la pena de la guerra (...) Todo lo que un poeta puede hacer hoy es alertarles. Por eso los verdaderos poetas deben decir la verdad."
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