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Mientras
nombraba mentalmente las estrellas que brillaban sobre Cenna, recordé
el rostro, entre angustiado y animoso, del hombre que me había
cogido en brazos y levantado para pasarme a otros brazos en la
evacuación.
Todo
era confusión y caos, imágenes en blanco y negro, sin sonidos.
En las "granjas" exteriores de la Tierra crecimos seguros, unidos y deprisa (...)
El
androide que nos enseñaba cálculo nos llamaba, irónicamente, “la
Pequeña Atenas”:
“Trayectoria
de Fobos y Deimos… Vamos, vamos, tendrían que sabérselo de
me-mo-ria ¡Espabilen! Sólo estamos calentando la sangre de sus
cerebros para que empiecen a trabajar de verdad… No me ha-gan
creeeer que sus preciosos cerebros humanos sólo sirven para
refrigerar la sangre, como decía Aristóteles… Quien quiera que
fuese Aristóteles...”
Nos
leía “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “La Iliada”,
“Moby Dick”... “Orlando”, “Miguel Strogoff”, “Lo
que el viento se llevó”...
Mi
nombre me lo puso un alienígena.
Aquella
masa extraña, que desafiaba todo nuestro entendimiento, cogía con
extrema delicadeza una de mis manos, y separaba los deditos, uno a
uno, despacio, como preguntándose cómo era posible que la vida, una
especie, unos seres tan frágiles, hubiésemos sobrevivido; y,
además, a nuestro propio holocausto.
Del
mismo modo que yo admiraba la plasticidad y elegancia de su forma y
naturaleza y sólo atisbaba su poderosa resistencia para los viajes
espaciales.
Nunca lo habríamos logrado sin ellos.
Entendían
nuestras necesidades vitales, nuestros conocimientos, diagramas,
lenguajes.
Unieron
módulos de nuestros antiguos laboratorios espaciales y construyeron
otros nuevos: las Estructuras. Allí se integraron nuestras
“granjas”.
No eran sólo materia, no sabíamos exactamente
qué eran. Parecían masas con movimiento, pero luego, al momento
siguiente, las dimensiones desaparecían o se contraían, y sólo
eran, o las veíamos, como una luz oscura.
Les sorprendía
nuestra biología, especialmente constatar nuestra
respiración.
Se lo oía decir dentro de mi cabeza infantil:
“Sin respiración, no sois.”
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