Cuando no sabíamos leer,
y leía el viento
esparciendo las letras
por doquier.
No sabíamos leer,
ni contar,
salvo los días que faltaban para misa
o la vaca pariera.
Cuando no sabíamos escribir
ni nuestro nombre
en el acta de
matrimonio;
escribir es para los señoritos
de ciudad.
Tú, si acaso, buena letra.
Mientras,
los libros volaban hacia el fuego
en la Plaza Bebel, de Berlín.
Cuando no sabíamos leer,
y leía
el cura –mal-,
y el
médico,
y don
Fulano,
y una
niña con tirabuzones
interpretaba
partituras de
piano.
"Bolsillos en las piedras"
© 2016 Esther González
Imagen:
Fotografía del blog "Mujeres, pan y rosas".
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