Yo
era un ave en pleno vuelo que lograba salvarse de las flechas
estaba
embarazada y leía Solaris
masticaba
la posibilidad del Océano
amaba
a una mujer.
Luego
pasaron los ciclos de la luna
aprendí
a observar la soledad de las ciudades varadas en el tiempo
tú
y yo buscábamos la tumba de Lem
en
aquella ciudad
amparadas
por el grito de los cuervos
te
llamé con toda la fuerza de mis pulmones
porque
había visto la tumba
estaba
allí
llena
de piedras superpuestas y de mensajes de amor y de chapas
de
festivales de Sci Fi
viniste
a mí pero ya estabas lejos
tu
corazón embarcado
en
el viaje más antiguo que existe
yo
le dije todas esas cosas a Lem
se
las dije sin saber
que
ya estaba sola
después
hicimos el camino hacia Auschwitz – Birkenau
donde
una caracola hueca perforaba el aire
donde
una niña se congeló los pies sobre la nieve
y
hubo que amputárselos
no
éramos nadie y éramos todo
entre
aquella marabunta silenciosa
que
miraba al Horror para no ver su corazón
haciéndose
pedazos
cuánto
amor sepultado en la nube de cenizas
ruego
que la tristeza no sea contagiosa
dije,
y después
algún
día aprenderé a ver la Tierra desde lejos
como
pájaro cósmico
me
quedaré atrapada en el instante en que buscaba un navío enterrado
cerca
del océano
y
la piedad del agua lo traerá un día y otro y otro
para
que no abandone la infancia
porque
viajar hacia atrás es huir del dolor
y
también atraparlo
una
parte de mí aun conserva la mano sobre la tumba de Lem
tu
sombra detrás, junto a los árboles
abriendo
solo un poco los brazos para liberar al ave
alguien,
por fuerza, tuvo que ver aquello desde fuera
las
cosas no deben morir sin un testigo
quizás
en aquel cementerio había millares
como
mariposas mudas, invisibles
intentando
mostrarme la acústica del mundo en aquel invierno
en
que todo acabó
si
hubiese mirado más allá habría visto
las
pequeñas bocas de las nubes diciéndome no llores
y
más arriba el viento de la ionosfera hinchado de promesas
y
más arriba el color de la atmósfera que niega todas las fronteras
el
íntimo lugar donde todo es posible
porque
nada está hecho
y
habría entendido
que
el dolor es un nenúfar que flota en un océano
como
líquido amniótico
de
lo desconocido.
"La tumba de Stanislaw", poema de Ana Tapia.
En "Las ovejas radiactivas de Kolimá". Cazador de ratas, 2018.
Precioso y terrible poema
ResponderEliminarGracias por pasarte y comentar, Viky, es un placer y un orgullo tu visita.
ResponderEliminarEl poemario de Ana Tapia es maravilloso, un gran trabajo.
Un abrazo, Viky.
Me atraen el ritmo y las imágenes de este poema en torno a Stanis Lem, el dolor y la esperanza. Es muy bello.
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentar, Joselu.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este poemario de Ana Tapia, "Las ovejas radiactivas de Kolimá".
Me dio pena terminarlo, y lo releo de vez en cuando. Gracias.