domingo, 13 de enero de 2019

Mi padre vio un lobo




Mi padre vio un lobo.

Castañas asadas
fueron su cena de Nochebuena
y la de sus siete hermanos en la niñez.
Comió un huevo por primera vez
a los veinte años.

La leche se la daban caliente
cuando había visitas.
Su madre murió en el último parto.
El era el penúltimo.
Al menos la madrastra puso orden
y fue buena con ellos.

En medio de la niebla de su mente,
cuando aún se sostenía de pie
y yo le ayudaba a orinar,
sujetaba con pudor sus pantalones medio caídos
y miraba al suelo
mientras yo le decía
que no pasaba nada y que se sentase en el inodoro.

Un día al atardecer,
cuando me marchaba,
incluso habló con claridad
y me dijo que cogiese el tren
en un lugar
donde no hay tren.

Nunca sabemos qué piensa o qué siente.
Sólo se apaga.

Mi padre, que vio un lobo.

© 2019 Esther González