se mezclan con mi sangre.
Un mar que pinta de azul
una vena en mi pecho
un hilo
de la garganta al pezón.
Las manos de Madame Curie
se queman con mi sangre.
Pintada como un picto
ésta es otra última batalla sin sonrisa,
otro día que acaba
como un poema de amor.
Pintada en la batalla
un día cualquiera,
sigo caminando,
subiendo a cada parapeto
con la cara verde
del gas.
Corro hacia delante, sí,
con los pies más descalzos que nunca,
un beso helado en las entrañas,
las balas que pasaron cerca,
porque un silencio,
un cruel espectáculo,
tiene más fuerza
que un obús.
Paciente recorro en la noche
la Tierra de Nadie en sueños,
reparo los alambres
de trincheras de las que nadie sabe.
Es una luna verde
escondida
en un beso helado.
Pintada como un picto,
ésta es otra escaramuza,
un silencio que taladra oídos
como el disparo largo de un recuerdo.
Y eso es todo,
pintada como un picto.
Esther González.
“Marzo. Poemas de amor y tiempo”.
Fotografía: "Ella Young", de Ansel Adams.
Escribir en sánscrito
con naturalidad
puntuar y adornar las palabras
pensando en un elefante engalanado
en la nuez de un muchacho
en el ojo que adivino en la frente de ella.
Que me llegue el trance como ahora
escribiendo un poema.
Un poema en el agua
un poema que no se detenga
cuando se ha terminado el papel.
Un poema en sánscrito
un poema en tu cara.
"Tienes tú un caballo dentro". Esther González.
Imagen:
Parte central de la "rueda de la vida".
Monasterio
budista de Kopan, Katmandú (Nepal).