domingo, 19 de abril de 2020

"abriendo solo un poco los brazos para liberar al ave" (Ana Tapia)




Yo era un ave en pleno vuelo que lograba salvarse de las flechas
estaba embarazada y leía Solaris
masticaba la posibilidad del Océano
amaba a una mujer.
Luego pasaron los ciclos de la luna
aprendí a observar la soledad de las ciudades varadas en el tiempo


tú y yo buscábamos la tumba de Lem
en aquella ciudad
amparadas por el grito de los cuervos
te llamé con toda la fuerza de mis pulmones
porque había visto la tumba
estaba allí
llena de piedras superpuestas y de mensajes de amor y de chapas
de festivales de Sci Fi


viniste a mí pero ya estabas lejos
tu corazón embarcado
en el viaje más antiguo que existe
yo le dije todas esas cosas a Lem
se las dije sin saber
que ya estaba sola


después hicimos el camino hacia Auschwitz – Birkenau
donde una caracola hueca perforaba el aire
donde una niña se congeló los pies sobre la nieve
y hubo que amputárselos


no éramos nadie y éramos todo
entre aquella marabunta silenciosa
que miraba al Horror para no ver su corazón
haciéndose pedazos


cuánto amor sepultado en la nube de cenizas


ruego que la tristeza no sea contagiosa
dije, y después
algún día aprenderé a ver la Tierra desde lejos
como pájaro cósmico
me quedaré atrapada en el instante en que buscaba un navío enterrado
cerca del océano
y la piedad del agua lo traerá un día y otro y otro
para que no abandone la infancia
porque viajar hacia atrás es huir del dolor
y también atraparlo


una parte de mí aun conserva la mano sobre la tumba de Lem
tu sombra detrás, junto a los árboles
abriendo solo un poco los brazos para liberar al ave


alguien, por fuerza, tuvo que ver aquello desde fuera
las cosas no deben morir sin un testigo
quizás en aquel cementerio había millares
como mariposas mudas, invisibles
intentando mostrarme la acústica del mundo en aquel invierno
en que todo acabó


si hubiese mirado más allá habría visto
las pequeñas bocas de las nubes diciéndome no llores
y más arriba el viento de la ionosfera hinchado de promesas
y más arriba el color de la atmósfera que niega todas las fronteras
el íntimo lugar donde todo es posible
porque nada está hecho


y habría entendido
que el dolor es un nenúfar que flota en un océano
como líquido amniótico
de lo desconocido.




"La tumba de Stanislaw", poema de Ana Tapia.
En "Las ovejas radiactivas de Kolimá". Cazador de ratas, 2018.