domingo, 26 de noviembre de 2023

Los otros "Black Friday": 1910, 18 de noviembre

 



Una vez hablé con Virginia Woolf 

y miré a los ojos a Simone Weil. 

 

Pasé un invierno en aquel lugar con Louise Michel, 

me encontré con Rosario de Acuña frente al mar 

y con Teresa de Ahumada y sus padres fuera de las murallas. 

Eran días soleados. 


Subí al lugar más recóndito con Juana Inés de la Cruz 

y arrastré como pude el cadáver de Hipatia. 

De noche me llegué a la tumba sin nombre de todas las Jane D’Arc 

y a las Luisa Carnés que desaparecieron de los libros. 

 

Me probé ropa con Heidi Lamar en un vestuario 

y con Alice Sheldom tecleé furiosos teletipos. 



Recorrí las calles de la guerra con Gloria Fuertes y su cabrito, 

aquel que no se pudo comer mirándole a los ojos 

(comía el papel de los partes de guerra, el cabrito). 

 

Eran días de sol. 

 

Removí tierra con Mary Leaky desenterrando a Lucy y al pasado, 

tiré el machete que atravesó a Diane Fossey a un profundo lago. 

 

Casi fotografié a Dora Maar y a Gerda Taro, 

me crucé con Vera Brittain, tan cansada, por las calles de Londres. 

 

Limpié los pinceles de Margaret McDonald 

y vi de espaldas a Margaret Cameron retratando al rey Arturo en secreto. 

 

Eran días de abejas. 


Leí en voz alta los versos del Unicornio Negro de Audre Lorde

                                                                       mientras los escribía                  

y tomé las riendas del carro de Boadicea en un asalto. 


Eran días de sol, Aspasia. 


(De mi poemario "Bolsillos en las piedras").


jueves, 2 de noviembre de 2023

Las miradas intensamente vivas de Lynette Yiadom-Boakye

Goshawk (Azor), 2020


The Two Auks Of January (Las dos alcas de enero), 2022


Clearer Heights (Alturas más nítidas), 2021


Recliner 2 (Recostado 2), 2022


A Nocturnal Intensity (Intensidad nocturna), 2022


Glory In The Ounces, 2023



The Raven In Rapture (El cuevo en éxtasis), 2023


Gilded Metamorphosis (Metamorfosis dorada), 2022


jueves, 4 de mayo de 2023

Allí donde delinquen los faunos

 

Tortugas mecánicas cruzan nuestros ojos
de cuencas vacías pero ígneas,
esperábamos un rescate
y sólo llegó una nave vacía,
sellada y roída,
restañada con restos de cometas,
allí donde delinquen los faunos
en una era sin tiempo.

Abriste tu libro de leyendas y me miraste.

Insistes en ver centauros adolescentes tocando siringas
al lado de una ninfa;
pero yo sólo detecto
puntos luminosos sin organizar.

Sabía que atravesaría la atmósfera de fuego
la atmósfera de hielo
la atmósfera de nitrógeno
que no puedes respirar.

Dijiste que mi forma era perfecta
pero no es mi forma lo que sirve.

No sangraré,
no tengo piel como tú.

Bendita cada soldadura incorruptible
la luz que nutre el núcleo de mis baterías
el celestial sistema que no se consume.

Sabes que no durarás.

Tan lejos de la tierra está tu propia tierra,
las cenizas que guardaré y salvaré para los tuyos,
o saldrán por una esclusa al espacio más profundo.

No puedo calcularte.

Sólo distingo una llama negra,
y tú me hablas de cilindros
y trato de bajar tu fiebre.

A veces te alejas tanto
que si fuera humano podría pensar
que es para protegerme.

Y ahora vendrán los faunos, me dices.

Si desapareces,
quién me hablará del mundo que desconozco.



Esther González
Antología de Fantaciencia de @DroidsAndDruids





lunes, 20 de marzo de 2023

"Descenso accidental en Cenna" (fragmento). Publicado en Contaminación Futura 7 (Mig21 Editora).

 



Mientras nombraba mentalmente las estrellas que brillaban sobre Cenna, recordé el rostro, entre angustiado y animoso, del hombre que me había cogido en brazos y levantado para pasarme a otros brazos en la evacuación.

Todo era confusión y caos, imágenes en blanco y negro, sin sonidos.

En las "granjas" exteriores de la Tierra crecimos seguros, unidos y deprisa (...)

El androide que nos enseñaba cálculo nos llamaba, irónicamente, “la Pequeña Atenas”:

“Trayectoria de Fobos y Deimos… Vamos, vamos, tendrían que sabérselo de me-mo-ria ¡Espabilen! Sólo estamos calentando la sangre de sus cerebros para que empiecen a trabajar de verdad… No me ha-gan creeeer que sus preciosos cerebros humanos sólo sirven para refrigerar la sangre, como decía Aristóteles… Quien quiera que fuese Aristóteles...”

Nos leía “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “La Iliada”, “Moby Dick”... “Orlando”, “Miguel Strogoff”, “Lo que el viento se llevó”...


Mi nombre me lo puso un alienígena.

Aquella masa extraña, que desafiaba todo nuestro entendimiento, cogía con extrema delicadeza una de mis manos, y separaba los deditos, uno a uno, despacio, como preguntándose cómo era posible que la vida, una especie, unos seres tan frágiles, hubiésemos sobrevivido; y, además, a nuestro propio holocausto.

Del mismo modo que yo admiraba la plasticidad y elegancia de su forma y naturaleza y sólo atisbaba su poderosa resistencia para los viajes espaciales.

Nunca lo habríamos logrado sin ellos.

Entendían nuestras necesidades vitales, nuestros conocimientos, diagramas, lenguajes.

Unieron módulos de nuestros antiguos laboratorios espaciales y construyeron otros nuevos: las Estructuras. Allí se integraron nuestras “granjas”.

No eran sólo materia, no sabíamos exactamente qué eran. Parecían masas con movimiento, pero luego, al momento siguiente, las dimensiones desaparecían o se contraían, y sólo eran, o las veíamos, como una luz oscura.

Les sorprendía nuestra biología, especialmente constatar nuestra respiración.

Se lo oía decir dentro de mi cabeza infantil: “Sin respiración, no sois.”

















Descarga gratuita en PDF en la página web y ya disponible en papel en lulu.com


miércoles, 8 de marzo de 2023

El gancho del carnicero (Poemas del último mundo)

 



El gancho de carnicero lo explica todo.

El carnicero apaga la luz

y tú sigues fría y sin fuerzas
esperando al día siguiente.

El carnicero te cuelga por el gancho

y tú sonríes, con la boquita un poco abierta,
como si te alegraras de tu propia venta.


No tienes tiempo de cuidar, de cuidarte, de cambiar el pañal a tu padre
de escribir poemas a quien amas
de pensar con los ojos cerrados en el aire y en los pájaros;
los pájaros también cuelgan de un gancho
si acaso imaginar unos momentos antes de cerrar los ojos y dormir
si puedes dormir.


El carnicero come y deglute tus entrañas, tu trabajo, tu salario, tu privacidad
y se ríe de ti parcelando tu naturaleza
como si el agua se pudiera parcelar, que no se puede;
pero
se puede emponzoñar y echar sus babas y el líquido de los circuitos
de su coche de verdad.


Y viene la tormenta y no ves al carnicero
que no está en esta ciudad que fue muerte y ahora llama a la muerte,
y quizá reacciones cuando la riada
se lleve tus pies
en ese sótano –que crees que es la totalidad del mundo- donde cuelgas
del gancho
del carnicero.


Esther González
"Tienes tú un caballo dentro" (2020)
Poemas del último mundo.

Fotografía: Dora Maar (1935).